Dear First Lady
For Michelle Obama
Dear First Lady,
I watched as my 4-year-old cousin,
as she sat in the mirror,
placed my grandmother’s pearls
around her neck and said,
“Do I look like Michelle Obama?”
This little girl
who does not know how to say
Rice Krispies or macaroni and cheese,
properly said your name
as if it existed in her long list of heroes
in between Snow White and Santa Claus.
My little cousin does not know Jim Crow,
how to interpret the Constitution
or fight for human rights,
she does not know your views
on health care reform,
your Princeton education,
nor can she point to Chicago on a map.
But she knows Black Barbie dolls and nap time,
how to identify your face in a land-field
of misrepresented women
who share our skin color
like a sequin revolution.
She knows your smile, Michelle,
she knows the day
her mother jumped up and down crying,
November 4th’s
black and red dresses,
she knows how to say
“African American”
better than her own first name.
You proved that her identity belongs
somewhere in this American dream.
She knows that if she can find your face
in the jumbled channels on television
there’s a possibility she can stay up
past her bedtime.
You are everything
her mother never got the chance to be,
CoverGirl’s Beauty of the Week,
a love story sprinkled
in an inaugural speech,
a woman
she can mistake for her mommy.
She traded in her Dora the Explorer costume
for a brooch of the American flag,
and a tee shirt with your husband’s face on it.
And for the first time
I could identify the revolution
that would actually change the world.
It’s not in how many Barack and Martin
comparisons we can make,
but the idea of little boys
jumping off their bunk beds
actually believing that they can fly.
It’s in little girls with dreams
and their grandmother’s pearls.
My little cousin doesn’t know
about the war in Iraq,
she just wonders if Sasha and Malia
like to Hula-Hoop
and if you force them to eat
their Flintstones vitamins too.
Thank you for being
a brown girl’s dream come true,
something tangible to look up to.
I know that our skin color
exists on time lines
of women who had craters
engraved in their backs.
Stretch marks similar to maps
of underground railroads.
Grandmothers who couldn’t afford
all the ingredients in the American pie.
Women who laid down their lives,
strutted with chips and cracks
in their spines,
dying to inject more estrogen
in “man’s kind.”
Creating tradition under the idea
that if I can’t afford my daughter the world,
a college degree,
or at least, a decent meal tonight,
I’ll wrap my grandmother’s pearls
around her neck
like a gravity-stricken halo
and I’ll whisper in her ear
“Baby,
if I can’t,
you will . . .
. . . she did.”
Querida Primera Dama
Para Michelle Obama
Querida Primera Dama,
Vi cómo mi prima de cuatro años
se sentó frente al espejo,
se puso las perlas de mi abuela
alrededor del cuello, y dijo:
«¿Me parezco a Michelle Obama?”
Esta pequeña niña,
que no sabe pronunciar
Rice Krispies o macarrones con queso,
sabe decir tu nombre a la perfección
como si se encontrase en su larga lista de héroes
entre Blancanieves y Papá Noel.
Mi pequeña prima, que no conoce a Jim Crow,
que no sabe interpretar la Constitución
ni luchar por los derechos humanos,
no conoce tu opinión
sobre la reforma sanitaria,
ni tu educación en Princeton,
ni siquiera sabe situar Chicago en un mapa.
Pero conoce a las Barbies negras, y sabe cuándo es la hora de la siesta,
sabe identificar tu cara en un campo
de mujeres mal representadas
que comparten nuestro color de piel
como una revolución de lentejuelas.
Ella conoce tu sonrisa, Michelle,
ella recuerda el día
en que su madre saltó arriba y abajo, llorando,
vestidos rojos y negros
del cuatro de noviembre,
ella sabe decir
“afroamericana”
mejor que su propio nombre.
Tú demostraste que su identidad pertenece
de alguna manera a este sueño americano.
Ella sabe que, si puede encontrar tu cara
en el revoltijo de los canales de televisión,
hay una posibilidad de que se pueda quedar despierta hasta más tarde de la hora de irse a la cama.
Tú eres todo
lo que su madre nunca tuvo la oportunidad de ser,
la belleza del año de la revista CoverGirl,
una historia de amor espolvoreada
en un discurso inaugural,
una mujer
que puede confundir con su madre.
Ella cambió su disfraz de Dora la Exploradora
por un broche con la bandera americana,
y una camiseta con la cara de tu marido impresa.
Y por primera vez
pude identificar la revolución
que realmente cambiaría el mundo.
No está en cuántas comparaciones entre
Barack y Martin podamos hacer,
sino en la idea de niños pequeños
saltando de sus literas
creyendo que pueden volar de verdad.
Está en las niñas pequeñas con sueños
y las perlas de sus abuelas.
Mi pequeña prima no conoce
la guerra de Irak,
solo se pregunta si a Sasha y Malia
les gusta jugar al hula hoop
y si les obligas a comerse también
sus vitaminas Flintstones.
Gracias por ser
el sueño hecho realidad de una chica negra,
algo tangible a lo que aspirar.
Sé que nuestro color de piel
existe en líneas temporales
de mujeres que tuvieron
cráteres grabados en sus espaldas.
Extensas marcas parecidas a mapas
de vías del metro.
Abuelas que no podían permitirse
todos los ingredientes del pastel americano.
Mujeres que dejaron sus vida,
pavoneándose con patatas fritas y con golpes
en sus columnas,
deseando inyectarse más estrógeno
en “la humanidad.”
Creando tradición bajo la idea
de que si no puedo permitirme el mundo para mi hija,
una licenciatura,
o al menos una comida decente por la noche,
envolveré su cuello
con las perlas de mi abuela
como si fuera halo bordado de gravedad
y le susurraré al oído:
“Cariño,
si yo no puedo,
tú podrás…
… Ella lo hizo.”
Jasmine Mans se ha convertido en una joven revelación para la poesía. Es una poeta «black american» de New Jersey, USA. Su libro Black girl, call home, llega a lo más hondo como las palabras verdaderas. Su poesía es un diario en verso que denuncia muchas situaciones injustas, discriminatorias, en contra de los derechos humanos… Algunos de sus poemas te ponen un espejo de palabras delante y analizan la homofobia, el racismo, las relaciones padres e hijos, las injusticias sociales… Y todo ello con una sencillez no exenta de maestría. Da en el clavo como solo la poesía sabe hacerlo. Muchas gracias a la intrépida traductora Marta Aguza Berral.
