Trébol de cuatro hojas
¿Y si de pronto un día te despiertas
y escribes cien poemas, uno detrás de otro,
y no encuentras un fin de broche de oro,
y sigues escribiendo y escribiendo,
como una maldición bendecida por la Musa,
y sientes que las letras se hacen forma y silueta,
y piernas que se enredan,
baile y piano,
dibujo,
y la curva grácil de un saxo se confunde con
una historia de amor,
el cuello de un cisne
o el número 2?
Cuando llegue ese día,
sacaremos por fin la copa rota
y los pedazos se unirán sin cicatriz.
Solo el sabor de un beso
y un puñado de tierra entre los dedos.
Infinitud, lo llaman.

Ana Vega Burgos, –bibliotecaria, educadora infantil, promotora de igualdad,
vendedora ambulante, camarera…– es sobre todo, una activista cultural que promueve encuentros de poetas, recitales, presentaciones de libros e incluso un programa de tv local, Poesía, punto y copa, que presenta y realiza.
Ha recibido varios premios de poesía con poemas sueltos, y el Alfonso Monteagudo al poemario Jueves, cerrado por corazón roto. Asimismo, tiene una cincuentena de premios de relato breve, algunos de ellos recogidos en sus libros Tacones de cristal (relatos por la Igualdad) y Esperando a Anais. Es autora de las novelas Su mirada azul escondía un misterio (Premio Fuente Agria), Rosas para Amelia (Narrativa Juvenil Diputación de Córdoba), Manual para no ser un pringao, No vuelvas a llamarme princesa y Lo que esconde el otoño.
Obtuvo el premio José Zorrilla por Barras de luna, el libro al que pertenece este poema.